Las manos
Las manos tendidas
dan fuentes de vida
que dan a los otros
la razón de ser
Ser manos que ayudan,
ser manos que miman,
ser puertas abiertas
para comprender.
Las manos del niño
te dan el cariño
inocente y tibio
de poder creer.
Las manos de abuela
te cuentan serenas
que con cada pena
se puede crecer.
Las manos que quiero
enfrentan al miedo
que en algún camino
las va a sorprender.
Lo enfrentan y saltan
tirando a un costado
el libro agotado
de la estupidez.
Las manos que quiero
recogen el cielo
entre la basura de la insensatez.
Concepción Lainá
Las manos tendidas
dan fuentes de vida
que dan a los otros
la razón de ser
Ser manos que ayudan,
ser manos que miman,
ser puertas abiertas
para comprender.
Las manos del niño
te dan el cariño
inocente y tibio
de poder creer.
Las manos de abuela
te cuentan serenas
que con cada pena
se puede crecer.
Las manos que quiero
enfrentan al miedo
que en algún camino
las va a sorprender.
Lo enfrentan y saltan
tirando a un costado
el libro agotado
de la estupidez.
Las manos que quiero
recogen el cielo
entre la basura de la insensatez.
Concepción Lainá
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La niñez vivida entre sueños, jilgueros y agüeros…
Niñez que a lo lejos veo, añoro y festejo…
Niñez en familia, amigos y juegos con algarabía…
Paseos en moto, a caballo, a pie…
Qué melancolía!
Palomas, chorlitos, viento, kerosene,
frutos de los árboles,
melón, sandía y miel.
La abuela, los primos, tíos y vecinos,
Fiestas en la calle,
Domingos de plaza, carnaval y más…
Chau, chau, lindos tiempos que no volverán
Y SIEMPRE estarán…
Guadalupe Ruiz Díaz
Niñez que a lo lejos veo, añoro y festejo…
Niñez en familia, amigos y juegos con algarabía…
Paseos en moto, a caballo, a pie…
Qué melancolía!
Palomas, chorlitos, viento, kerosene,
frutos de los árboles,
melón, sandía y miel.
La abuela, los primos, tíos y vecinos,
Fiestas en la calle,
Domingos de plaza, carnaval y más…
Chau, chau, lindos tiempos que no volverán
Y SIEMPRE estarán…
Guadalupe Ruiz Díaz
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Don y tarea. Son las pasiones las que hacen acometer la vida. De un modo clandestino alumbran el rincón donde duermen todas las cosas censurables. Como cayendo a ciegas en un pozo, los días tienen algo de abandono y un hálito de asombro colma el espacio donde acontecen, solos. Acaso somos un fragmento de estrella, polvo de la galaxia que aproxima una constelación a otra. En la pregunta laten todas las interrupciones que hicieron de la hora un átomo inconcluso. Viene a su encuentro el glóbulo escondido en un enmarañado circuito vital, de luces y sombras, somos un reflejo necesario para caer al río donde nos abrazamos con la especie que suerte no ser árbol ni paloma. En nuestro derrotero asumimos la gloria del don y la tarea.
Oscar Sosa
Oscar Sosa
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“Úrsula se secó las manos en el delantal, había trabajado toda la noche, presa de una inquietud que la llevaba a todas partes y le impedía estar serena. Un presentimiento la perseguía, y se entretuvo adornando sus pececitos y sus gallitos. Desde que el tiempo le sobraba como ahora, se tomó por costumbre dibujarle las alas a los gallitos, las escamas a los pececitos, y los ojitos a ambos, alegres o tristes, según el ánimo del día. Fue tanto el empeño que puso en esto, que convirtió su tarea de repostera en preciosísimo de orfebrería. Al amanecer, sus animalitos de caramelo estaban listos para la venta. Antes de salir de la cocina, dio una orden solemne, con tono de premonición: “PREPAREN ARROZ Y GALLINA RELLENA, QUE TODO ESTÉ LISTO PARA RECIBIR AL REY” y el rey vestía de guayabera, luciendo como para boda, pero dormido como para funeral. Los cabellos canos, asomando a raudales por la espesura de su pelo negro. El bigote imponente, las manos reposando, y la frente ancha, plena todavía, de las historias que le faltaba contar (…)”
Extracto de EL PALABRERO MAYOR, de
Beatriz Fernández Vila,
Editorial Nuevo Ser, 2008
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A Julio
Te veo allí,
recostado en la amplitud de tu cansancio,
después de tantas horas de trabajo.
Tu frente, se ensancha con el tiempo,
ahondando en problemas cotidianos,
que luego, en el silencio de la casa,
resolvemos juntos como siempre.
Tus sienes que hasta ayer eran oscuras,
bocetan el paisaje del invierno,
tus ojos melancólicos y tiernos,
recorren mi figura de entrecasa.
Y así… un gesto, una palabra,
me llevan hacia vos,
cayendo enrarecida en el letargo,
y sin embargo… hay paz en el espacio de tus brazos.
Envuelta en el lirismo apasionante,
de amarte, compartiendo nuestros sueños,
me embarco tras un viaje deslumbrante,
hacia la nada, o el infinito errante.
Hermoso sos para mis ojos,
con la hermosura de los buenos,
de los dioses que escuchan,
y es mucha… la fe y la esperanza de mi alma.
Nélida B. Gutiérrez
Te veo allí,
recostado en la amplitud de tu cansancio,
después de tantas horas de trabajo.
Tu frente, se ensancha con el tiempo,
ahondando en problemas cotidianos,
que luego, en el silencio de la casa,
resolvemos juntos como siempre.
Tus sienes que hasta ayer eran oscuras,
bocetan el paisaje del invierno,
tus ojos melancólicos y tiernos,
recorren mi figura de entrecasa.
Y así… un gesto, una palabra,
me llevan hacia vos,
cayendo enrarecida en el letargo,
y sin embargo… hay paz en el espacio de tus brazos.
Envuelta en el lirismo apasionante,
de amarte, compartiendo nuestros sueños,
me embarco tras un viaje deslumbrante,
hacia la nada, o el infinito errante.
Hermoso sos para mis ojos,
con la hermosura de los buenos,
de los dioses que escuchan,
y es mucha… la fe y la esperanza de mi alma.
Nélida B. Gutiérrez
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Sueño y ansiedad…
dos puntas sin fin;
agujero que no se colma nunca,
el hoyo en la arena…
Descansar, dormir, soñar…
Tiritar de solo pensar en perderme...
Incandescencias lejanas
me acercan a mí…
Torbellino de suspiros y
castillos de arena ya cristal…
La fragilidad y la belleza;
el miedo y el hastío de no ser…
La luna roja… redonda y roja,
opacada por el humo
que mis ojos no perciben.
El amor que se aleja, sin rechazos…
con desilusión y decadencia…
Décadas de vivir sin voz…
Guadalupe Ruiz Díaz
dos puntas sin fin;
agujero que no se colma nunca,
el hoyo en la arena…
Descansar, dormir, soñar…
Tiritar de solo pensar en perderme...
Incandescencias lejanas
me acercan a mí…
Torbellino de suspiros y
castillos de arena ya cristal…
La fragilidad y la belleza;
el miedo y el hastío de no ser…
La luna roja… redonda y roja,
opacada por el humo
que mis ojos no perciben.
El amor que se aleja, sin rechazos…
con desilusión y decadencia…
Décadas de vivir sin voz…
Guadalupe Ruiz Díaz
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Y se me va la vida cuando llueve,
y lo resuelve el viento cuando viene…
a recordarme…
que todavía estoy,
me recuerdo…
Y todavía soy.
Concepción Lainá
y lo resuelve el viento cuando viene…
a recordarme…
que todavía estoy,
me recuerdo…
Y todavía soy.
Concepción Lainá
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Apasionada te amé
en la luz de tu mirada cautiva,
en el regreso, querido, esperado,
pleno de labor y de esperanza.
Qué profundo silencio
sin tu presencia,
sin tus palabras,
sin tus momentos
Se iluminaba, al verte,
el sol, la casa
y ese claro de luna
de tu cuerpo
que aún, en noches oscuras
irradiaba destellos
sobre nuestro lecho;
enlazados de amor y de deseo
Todavía recuerdo,
con marcada añoranza,
despertar de esos viajes
y ciudades extrañas,
donde reinan los duendes
y la música es mágica,
la caricia sonido
y el encuentro fragancia.
Y también supe amarte,
simplemente en un beso,
recorriendo tus manos,
con ingenuo desvelo,
transmutando horizontes
de relieves intensos
donde tu piel de hombre
perfumaba mi cuello.
Y no supe de sed,
y que eras río.
Y no supe de penas,
y que eras mío.
Y en un día cualquiera,
en la noche de marzo,
se secaron tus aguas,
apagaron tu canto.
Otra vez el otoño,
con morados racimos.
Otra vez nuestra casa,
ctra vez el destino.
Y es inútil buscarte
en las noches de frío,
y es inútil la lucha
de aquel tiempo sombrío.
Hay un hueco en mi cuello
y un abrazo perdido.
Ya no hay claro de luna,
ni tu cuerpo… y el mío
se durmió sin quererlo,
ya no tiene tu brillo.
Me quedó tu recuerdo,
me quedó tu ternura
y tu voz, que me habita
entre el mar y la bruma
Nélida Gutiérrez
en la luz de tu mirada cautiva,
en el regreso, querido, esperado,
pleno de labor y de esperanza.
Qué profundo silencio
sin tu presencia,
sin tus palabras,
sin tus momentos
Se iluminaba, al verte,
el sol, la casa
y ese claro de luna
de tu cuerpo
que aún, en noches oscuras
irradiaba destellos
sobre nuestro lecho;
enlazados de amor y de deseo
Todavía recuerdo,
con marcada añoranza,
despertar de esos viajes
y ciudades extrañas,
donde reinan los duendes
y la música es mágica,
la caricia sonido
y el encuentro fragancia.
Y también supe amarte,
simplemente en un beso,
recorriendo tus manos,
con ingenuo desvelo,
transmutando horizontes
de relieves intensos
donde tu piel de hombre
perfumaba mi cuello.
Y no supe de sed,
y que eras río.
Y no supe de penas,
y que eras mío.
Y en un día cualquiera,
en la noche de marzo,
se secaron tus aguas,
apagaron tu canto.
Otra vez el otoño,
con morados racimos.
Otra vez nuestra casa,
ctra vez el destino.
Y es inútil buscarte
en las noches de frío,
y es inútil la lucha
de aquel tiempo sombrío.
Hay un hueco en mi cuello
y un abrazo perdido.
Ya no hay claro de luna,
ni tu cuerpo… y el mío
se durmió sin quererlo,
ya no tiene tu brillo.
Me quedó tu recuerdo,
me quedó tu ternura
y tu voz, que me habita
entre el mar y la bruma
Nélida Gutiérrez